miércoles, 22 de julio de 2009

El acantilado

No tengo miedo de decirlo:
soy la opacidad del desamparo
y tú eres el griterío de los niños
malvados que juegan a besarse.

Por qué has puesto cadenas
donde antes yo mordía los columpios,
y a qué viene eso de mecerme
a mí que detesto la alegría pendular.

Puedo quererte y duele escribirlo,
por eso tengo dos cucharas al lado
para hacerlas cuenco de las cuencas
y obvie así la tortura de asumirlo.

Acostumbrado como estoy a lo inútil,
a esa recreación tuya en los papeles,
ese hacerte poema, el modo terrorista
de quitarte de en medio y conformarme.

Falta el último paso: el acantilado,
estrellarme en la pupila de tus mares
o ser pasto de sombras y estalagmitas;
yo, el caído de valles, el olvidado de caer.

Si las orillas me parecen altas, qué salto,
a dónde lanzar la mole de tanta cobardía;
yo, que detesto el olor de los claveles,
yo, que me rasguño con los huecos del pincel.

Aún así, déjame que te lo diga:
soy la obviedad del desengaño
y tú eres la agonía en la plaza
del morlaco que otro día, si eso, lidiaré.

1 comentario:

Libélula azul dijo...

Cuántas agonías salpicando por doquier.
Maravilloso el programa de radio.
Un gusto pasar por acá.
Saludos cordiales Nino.