martes, 9 de febrero de 2010

Por eso

Somos afluentes para la autopista
y sé bien que conducimos por inercia.
Sabemos que no moriremos pero sí otros
por eso del caudal.

Los bostezos con sus boles de sangría
y sus pescuezos de gallos despertando
nos llevan al trabajo que aborrecemos
por eso de la rutina.


Cultivamos el odio a la cúspide de la oficina
donde seres asentados astillan las sillas
de las que es imposible levantarse
por eso de la ineptitud.


Preferimos ser odiados por castas inferiores,
ascender a donde sólo llegan los diablos,
poseer cabezas en las expendedoras
por eso del poder.


Nos cobran hasta las cobras
las cúpricas cubiertas de nuestros logros,
apenas ahorramos para cubrirnos la muerte
por eso del capital.


Cada anuncio nos provoca el shock
que nos hizo olvidar nuestro pasado de cuevas,
nos torean como a morlacos que se perdonan
por eso del control.


Ahora que somos sumisos, ahora que somos balas para el borrego,
deberíamos sacar nuestro código de garras
y agarrarnos a las garrafas llenas de arterias
por eso del latir.


Mas no es así, pitamos a la autopista
como si el río tuviera la culpa de lo estancado
y hondeamos banderas y matamos por banderas
por eso de la ignorancia.


Y todo es una plasta que hace llorar al basurero,
y la carretera es tan recta que se duermen las curvas,
no es digno de salud el aparcamiento
por eso del levar.


Somos afluentes para la autopista
y sé de mi deseo de catarata.
Por eso el poema es mi pancarta,
por eso escribo y nada más.

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