La muchacha
pincha el dedo
del que sale el magma
de las islas enfermas.
pincha el dedo
del que sale el magma
de las islas enfermas.
Los arrecifes
se aprisionan
entre dos láminas
de cristal.
Desde su bata blanca
avista tierra
y grita:
¡leucocito a babor!
¡leucocito, mirad,
leucocito!
Y de asombro
escurre su ojo
por los catalejos
de última
generación.
Iniciada la conquista,
llama Sangre al territorio
y descubre tribus de glóbulos
todos ellos del Atlético
de Madrid.
Fracasan
las gradas
del laboratorio.
La muchacha la mira:
¡la isla tiene SIDA!
Y lo anota en su diario
de aborto.
El barco
sigue su rumbo
dando tumbos
entre las muestras.
Viento en plasma
a toda plaqueta
la muchacha tiene
los ojos sanguíneos
y toda isla desierta
es un glaciar.
Parece tan sana
la capitana
que busca tesoros
de enfermedad.
El cofre,
el vidrio,
tiene una isla
que tiene una poesía
en estado terminal.
Y sin tapujos me lo dice:
tengo el síncope
de la inmuno
decadencia
admitida.
Y yo sonrío.
Somos
contagio.
Somos
donación.
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