Para Verónica Gil
Por mucho que corroan esa grieta
jamás será liso el horizonte. Jamás.
Mi madre me ha querido mucho en las palizas de la infancia;
no hay que temer, por tanto, si el mundo nos acuchilla,
¡es por nuestro bien y lo tenemos merecido;
las guitarras sudan y es merecido el sol, merecido!
Es merecido que el recién nacido aborte a su progenie,
es merecido que la depresión ya no sea terráquea,
es merecido el cráneo dulce donde anidan las palmeras
como merecida es la ascua donde cena el aquelarre.
¡Atención al sable, atención:
el infierno está tallado!
Yo he trepado los pechos operados de un ojo boca arriba,
¡no lloraba casi, no lloraba!
De tanta tristeza se quejaba el clavicordio
que me lo comí tres veces: ¡tres!
Por mucho que corroan esa escena
jamás será visto el atentado. Jamás.
Los niños nacen, crecen y se seducen
hasta llenarse la brújula de advientos,
tan bonitos que se mueren todo el rato,
tan bonitos que es viscoso el azafrán.
¡Adelante, adelante, habrán de venir tiempos mejores
pues yo he visto a las gentes emigrar del osezno
y orbitar el aplauso de satélites naranjas;
es posible la dicha, es posible!
Sería milagro que alguien multiplique los desvanes y las heces,
sería milagro que la muchacha nos mire con ojos de sesenta watios,
y, sin embargo, qué pena mirarle el pie a la estatua,
qué pena llamar a la luna por su espejo, qué pena.
En el estómago hay una noche de insectos que se abrazan,
tienen un luto de fiesta donde es posible el remordimiento;
de lamentarse tanto se han mirado a las pestañas,
de lamentarse tanto acordaron acordarse de septiembre,
¡y qué gran futuro les espera, nadie lo rechaza, nadie!
Por mucho que corroan esa esfera
jamás será liso el firmamento. Jamás.
Hay que conquistar muchas trampas para ser bello
y decirle muchas veces al amigo los motivos de la siesta,
pues es roncar un eco constructivo,
¡todo ojos como hielos transporta el cormorán!
Y hay que conquistarse muchas veces poco a poco
irresponsablemente la desgracia
para que el gusano tenga piedad de la falange
y sea la lengua el paladar.
Nadie sabe la alegría del violín entre el sudor del pájaro,
nadie sabe a ciencia cierta la altura desde la que saltan las metáforas,
¡midámosla pues, midámosla;
pues habrá de medirse en meses, midámosla:
todo es mayo por ahora!
Entre gritos se desliza el gondolero
y sabe Dios la fealdad de sus canales,
¡dadme un punto de apoyo y amaré al mundo,
llano, llano es el iris de la hierba!
Que nadie se atreva a despojar de árboles el camino:
habrá de llevarnos al entierro del tulipán,
que nadie se atreva a apaciguar el metro cúbico
donde han llorado los patios, que nadie se atreva.
Por mucho que corroan esa sierra
jamás será núbil el secuestro. Jamás.
Dadme un susto de ojos y amaré al mundo;
somos todos palancas del desastre,
que nadie se espante si la niña de mayor quiere ser terrorista,
que nadie se espante si la fiebre quiere ser aceituna de mayor.
Por mucho que corroan esa grieta
jamás será liso el horizonte. Jamás.
Es hermoso querernos, sin embargo.
¡Ya es algo, ya es algo!
Por mucho que corroan esa tierra
jamás será visto el gozne. Jamás.
Dadme un punto de odio
y amaré al mundo.
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