Todo aquel que ha mirado el sol con insistencia
cree que ante sus ojos, una lívida mancha,
en torno a él, flotando, empecinada vuela.
Pues bien, joven aún y siendo más osado,
me atreví yo un instante a contemplar la fama:
un punto negro en mi ávida mirada se ha grabado.
Desde entonces, cual seña de duelo unida a todo,
veo cómo se para, también la negra mancha,
doquier, en cualquier sitio en que se pose mi ojo.
¿Siempre así, interpuesta entre la dicha y yo?
¡Y es que el águila sólo -¡mal haya de nosotros!-
contempla sin castigo la Fama y el Sol!
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