Hace unos meses conseguí por fin las
Greguerías Completas de Gómez de la Serna, una edición fantástica
del 47, un libro pequeño y azul que reúne la mayoría de sus ideas
cogidas al vuelo y plasmadas desde la mente de uno de los autores a
los que más admiro, ¡menudo figura Ramón!
Pero, ¿qué es en realidad eso de la
greguería? Él lo explica mejor que nadie: “es el atrevimiento a
definir lo que no puede definirse, a capturar lo pasajero, a acertar
o a no acertar lo que puede no estar en nadie o puede estar en
todos”.
Hay que decir que el prólogo a esta
edición definitiva de las greguerías es absolutamente fabuloso,
escrito, claro, por el propio autor. Tiene una parte en la que da un
repaso histórico a las greguerías, con lindezas de diversos autores
que escribían estas metáforas insólitas:
“En la antigüedad
se encuentran perfectas greguerías. Así, es una greguería esa que
lanza Luciano al decir: Cuando graniza en la tierra es que
tiemblan las vides de la luna o Eurípides: la miel es el
trabajo público de las abejas.
Shakespeare
gregueriza cuando dice antes que nadie: el ave del alba y
cuando dice los ojos son los locos del corazón. Pascal cuando
dice que los ríos son caminos que andan, pasando por Quevedo,
cuando dice que los ojos pequeños tienen niñas y los grandes,
mozas, y Góngora que dijo:
Erizo es el zurrón de la
castaña, llegando a
Víctor Hugo, cuando define el murmullo como el
humo de la conversación,
o al escribir los sauces
han salido de los chubascos del diluvio,
incluyendo las de Heine: Cuando
me estallaron los botones del pantalón de la paciencia y
hasta después del llanto más sublime siempre acaba uno por sonarse,
y las de Hebbel: El
perfume es la muerte de las flores o
las pulgas son los únicos
animales que no tienen pulgas, o
el hombre únicamente
está en éxtasis cuando reza y se afeita,
añadiéndolas Jules Renard que gregueriza al decir que cuando
llueve se le pone la carne de gallina al estanque o
el caracol ha clavado en
su cabeza dos agujas de tejer...”
Y
más allá de las decenas de ejemplos de diversos autores, habla de
la influencia del haikai
así como de las kasidas arábigoandaluzas, ¡menudo figura!
Me
recuerda mucho a Malcolm de Chazal porque ambos crean aforismos únicos, Chazal metafísicos y poéticos, y de la Serna
inesperados, humorísticos y metafóricos. Algunas de sus sentencias
se parecen tanto que algunas veces no sé si estoy leyendo a uno u
otro.
He
seleccionado unos cuantos pero prefiero elegir algunos al azar:
La
mirada felina de los tornillos.
La
jirafa es un caballo alargado por la curiosidad.
Dió
a la pera de la luz como si hiciese la fotografía de la alcoba.
Las
orquídeas tienen siempre la lengua sucia.
Esponjas:
calaveras de las olas.
La
mariposa del sueño nos arremolina el pelo de la coronilla.
La
nata es la mejilla de la leche.
Hay
noches en que no nos damos cuenta de que la luna ha sido
guillotinada.
Y
así una cantidad inmensa de maravillas, escritas por un hombre que
era él sólo y buena parte del volumen de la estancia que ocupara,
pura inspiración; según él mismo cuenta, dejó para los libros
menos de un cuatro por ciento de las escritas.
Como
curiosidad, hay una greguería que siempre contaba Dalí como si
fuera de Gómez de la Serna y que le escuché en una entrevista
(estupenda por cierto) que le hacía en el programa A FONDO Joaquín
Soler Serrano a finales de los 70:
Las
esquinas de las calles son de papel y pasan las golondrinas doblando
y desdoblando esquinas.
Pero
se equivocaba el pintor al adjudicársela a Ramón, pertenecía en
realidad a un poema de Gerardo Diego:
Ayer.....................................Mañana
Los
días niños cantan en mi ventana
Las
casas son todas de papel
y
van y vienen las golondrinas
doblando
y desdoblando esquinas.
La verdad es que fue aquella entrevista la que me hizo empezar a
interesarme por Gómez de la Serna, así que bendita equivocación.
Y
por si no ha quedado claro esto de la greguería, termino con otra
explicación del propio Ramón:
La
Greguería conjuga el verbo como nada, dialoga, se ausenta, se
humilla, solloza, musita, tira una miga –su
miga–
como un niño que juega en la mesa, comienza a cantar, se calla, coge
un violín, lo rasca, le da un trastazo con el arco, se deja caer en
un sillón, da un respingo, hace un gesto con la mano de esos que los
granujas pintan en las tapias, abate un piano remilgado y lo
sobresalta con un despropósito o un golpe desgarrador, hace una
diablura con el sombrero de un señor serio que está de visita en el
despacho de papá, da una pincelada, se agacha en el jardín público
creyendo haber encontrado algo de oro, y recoge lo que relucía,
aunque sea una bolita hecha con el papel de un bombón; regala una
idea para un drama, para una novela o para ahorcarse de ella, y sigue
corriendo y saltando como una listada pelota de celuloide con un
perdigón dentro.
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