
y los ombligos mordisquean los estómagos,
mastico carbón
y bebo de la copa ancha de la tristeza.
Tengo el hambre de todos los atropellos
y el vacío sublime al que acuden las moscas,
sí, los huesos de mis oídos son silbatos
donde se suicidan los insectos.
En días así adoro las recámaras
y lo áspero se me antoja delicioso,
soy una caja metida en otra caja
metida en el gris de las fotos antiguas.
Los ejércitos de pelusas se santiguan
y mis arterias son el muro de Berlín,
me salen las estrofas movedizas
y todo el escozor es un desagüe.
Que nadie me hable.
El corazón es un diagrama.
Las cabezas son estufas con diadema.
Creo que son obvias las diatribas;
la mueca hoy me queda diagonal.
Me faltan los tiempos, sí,
pero me sobran los días.
Las espadas de corcho se niegan
a desenfundar.
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