Hoy me he levantado más neorrabioso que nunca y he estrenado la camiseta de Batania. Me la dio el día del partido entre obvios y elípticos y esperaba el momento adecuado para colocarla bajo los jerseys ya que en cualquier momento el héroe poético puede necesitarla y viajar hasta las cabinas de los versos para mostrar sus poderes.
Como últimamente ando tan liado no me había enterado del absurdo de la entrevista que no publicaron al Kebran (completamente inofensiva en todos los sentidos) ni de las ilegalidades que desde aquí le aplaudo al Neorrabioso. Se ha hablado mucho sobre ambos temas y no voy a antologar las opiniones. El caso del poeta de Illescas es tan absurdo como que haya hambre en el mundo, leí la entrevista con microscopio y no vi por ninguna parte las bacterias que la perjudicaran, ni los virus ni la razón por la cual no ha visto la luz. El caso del batánico es diferente, todos sabemos que se siente atraído por las chironas y que sus delitos en lugar de perjudicar emiten el efecto contrario. Sus pintadas curan las firmas terribles de muchos grafiteros y sus aportaciones al conocimiento literario, los gustos suyos que extiende a los demás; consiguen, al menos en mi caso, que cuando vaya al centro o a alguna librería pase antes por su poesía mundial de la a a la z para ver qué trama y apuntármelo bien claro para comprar lo que le gustó que suele coincidir con mi paladar. Es posible que cualquier otro pueda hacer daño a las editoriales pero no cuando el Breton de las iras reúne a su grupo y le dice que es oro todo lo que en sus ojos reluce. Basta atisbar ese brillo en las cuencas de Batania para que yo me lance a la adjudicación de tan buenos versos y esto, no me cabe duda, lo hacen muchos otros.
No quieres la vida que te toca, dice el cabrón en la portada del cuaderno de poemas que regala numerados. Las editoriales no quieren las recomendaciones que les tocan. Ellas salen perdiendo.
Nosotros seguimos queriendo los versos que te tocan, campeón.
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