Desde el 24 de Noviembre me hago cargo de los sistemas de seguridad electrónica contra incendios del Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid). Si mi abuelo, de quien tomé el nombre, no podía ver muertos y fue enterrador durante la Guerra Civil; así yo, que me aturdo con la mudez de la h de hospital, ahora trabajo en uno de ellos.
Las centrales que estabilizo son 11, cada una con 8 lazos y cada lazo con 198 componentes, de modo que mantengo libres de averías 17424 elementos entre detectores y módulos electrónicos contra incendios.
Cuando todo funciona correctamente tengo tiempo para leer y escribir; este hecho y el andar rodeado de gritos y aplausos sincronizados, de dementes, enfermos, personal sanitario, muerte con sus muertos llenos de flores, salud con sus curados llenos de plantas... fomentan, como para Batania, el neorrabioso, en su labor de portería, el hecho del poema desde sus vértices conspiratorios hasta los de trivial inspiración.
Así pues, soy el extintor de los inflamables enfermos, el de las toses vacías de ascuas, el que anda por los pasillos ardiendo a prueba de nebulización y canta a las sirenas que cuelgan de las paredes sobre los pulsadores acribillando a fuerza de fe sus escamas, su deseo de cola y (contra)corriente.
Mi poesía toma otro rumbo pues bebe ahora de otros sueros.
Aquí vienen, llegan por urgencias mis poemas desde el hospital.
I
Recolecta de enfermedades,
el hospital es una cúpula
de sotaventos.
Y el que arde
no propaga
sus incendios.
Los pasillos son la cónica
de los medicamentos.
Las bolsas cuelgan del metal.
Alegría y llanto por igual
sacuden los cimientos.
Y las flores se disfrazan de ciprés.
Mis ascuas adulan mis fuegos,
mis piedras mastican mecheros,
entiendo, al fin, mi misión:
Soy el poeta ingeniero
de al lado de psiquiatría,
manejo circuitos-poesía
y aplaudo al sedador.
Enjambre de tos,
el hospital es la rúcula
de inflamables enfermeros.
Y yo los miro en mi perchero.
Soy
extintor.
II
La niebla de los peines
obedece al blanco
a ca pa ra dor.
No me engaña:
la limpieza es una mancha
y la sangre es una cicatriz
donde se suturan los telares.
El aire anda medicado
con libre prescripción
y los oxígenos son globos
de anestesia.
Estoy en el traslado de las camas
y en los rodillos de los pintores
que duplican el blanco de los inviernos.
Cada delantal
es una glaciación.
Los pasillos son los túneles
donde se maquillan las geishas
y las suciedades son más bellas
que los kimonos.
Todo es blanco, todo es plano
a todas horas.
Los pacientes
tienen el coma
multicolor.
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