sábado, 21 de febrero de 2015

Fragmentos de LA DESTRUCCIÓN O EL AMOR de Vicente Aleixandre

La vida es una vívida corteza

No te acerques, porque tu beso se prolonga como el
choque imposible de las estrellas

juncos de verde sangre que ahora nace

donde la tristeza sacude su melena de vidrio

Ni los peces innumerables que pueblan otros cielos
son más que las lentísimas aguas de una pupila remota

como ondas sobrepasándose hasta derribarse en el seno

espejo hacia el cenit que repugna las luces

Tu corazón tomando la forma de una nube ligera
pasa sobre unos ojos azules

Ámame como el vestido de seda
a su quietud oscura de noche

un mar como dos labios sobre la arena

por qué esa niña que muere entre dos venas ríos
no se va hacia la mar como todos los buques

Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo
esa dificultad de unir dos carnes íntimas

ese beso cuajado de sangre pura

labios largos casi tocan opuestos horizontes

como esa mirada humilde de una carne
que casi toda es párpado vencido

el murmurar de tu secreto en el oído que espera

qué llanto a veces escucho cuando eres sólo una lágrima

Duele la habitación como la caja del pecho,
donde palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas

por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma

como un viento que lleva sólo un pájaro o mano

esos ojos por donde sólo boga el silencio

El brazo es largo como el futuro de un niño;
mas para qué crecer si el río canta
la tristeza de llegar a un agua más fuerte,
que no puede comprender lo que no es tiranía

Llegar como unos labios salobres que se llagan

ese brazo largo de cera fina y dulce
que se estira en el agua salada al deshacerse

nauseabundo pájaro de barro contagiable

Todo es sangre o amor o latido o existencia

Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta

en ese oscuro hueco sin latido
del ciego y sordo y triste que en tierra duerme su opacidad sin lengua

la luna que pasa sin sonido

¡Luna, luna, sonido, metal duro o temblor:
ala, pavoroso plumaje que rozas un oído
que musitas la dura cerrazón de los cielos,
mientras mientes un agua que parece la sangre!

Su tristeza como frente nimbada,
hunde

Tu tristeza, minutos antes de morirte,
sólo comparable con la lentitud de una rosa cuando acaba,
esa sed con espinas que suplica a lo que no puede,
gesto de un cuello, dulce carne que tiembla

sólo quiero tu muerte cotidiana

Matarte a ti, pie inmenso, yeso escupido

Canto el cielo feliz, el azul que despunta,
canto la dicha de amar dulces criaturas,
de amar a lo que nace bajos las piedras limpias,
agua, flor, hoja, sed, lámina, río o viento,
amorosa presencia de un día que sé existe

se empeñaba siempre en enseñarme cómo deben ser los muslos por los labios

Todo está bien. Pero está mejor ser de verdad

paloma núbil que aletea en la frente

noche y el día no son lo negro o lo blanco,
sino la boca misma que duerme entre las rocas

el polvo que llueve sobre la tierra mísera

un duro acero que nos refleja siempre

encendida una lengua de nieve
surte por una boca

como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora

Un columpio de sangre emancipada

resbalando en los hombros como leche

cuando el alba desnuda avanza un muslo

la luna convertida en papel
siente que el viento la riza sonriendo

La luna es ausencia

Tu corazón gemelo como un pájaro en tierra,
como esa bola huida que ha plegado las alas,
como dos labios solos que ayer se sonreían...

Relojes como pulsos 
en los árboles quietos son pájaros cuyas gargantas cuelgan

chirriante como navaja fresca que deshace a una virgen

esa espuma ligera que son siempre los dientes
cuando van a decirse las palabras oscuras

descendiendo a unos brazos que un diminuto mundo
oscuro crean

perros de lana flotan quietos
por pantanos de seda acariciada

tus ojos que no giran porque no tienen lágrimas,
tu corazón constante como una nuez vencida

como lo verde nuevo que crece entre la carne

irresponsable belleza que a sí misma se ignora

esa verde hiedra que en los muslos
finge la lengua vegetal casi viva

amarlos con las garras estrujando su muerte

Esa dicha creciente que consiste en extender los brazos

como un remoto rumor de dientes jóvenes

en el secreto tuétano del hueso de los tigres

la muerte es esa contracción de la cintura
que siente que la abarca una secreta mano

La muerte es el vestido

Una mano del tamaño del odio

el amor era el chocar de los rayos crujientes
sobre los cuerpos humanos derribados por tierra

como la gaviota que en medio de la noche
tiene un color de sangre sobre el mar que no existe

como la dura piedra que los besos encienden

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