lunes, 2 de febrero de 2015

Algunos AFORISMOS de Lichtenberg

Como todos los agentes corrosivos, el humor y el chiste deben emplearse con la mayor prudencia.

Lo que me hace sospechar de la absoluta belleza de las esculturas griegas es que para percibirla hace falta una especie de erudición.

Para esa dama la virtud parece consistir en arrepentirse de los errores, más que en evitarlos.

Es un hecho muy llamativo que el mundo conceda a sus dominadores un respeto y una jerarquía tanto mayor que el que concede a sus educadores. Prueba de que el hombre adora la esclavitud.

Es preciso que tenga algo con que jugar; si no se le hubiera permitido tener pájaros, habría tenido amantes.

Qué cosa singular el orgullo humano: parece imposible contenerlo; se obstruye la salida A, y antes de que nos demos cuenta ya está surgiendo por otra salida B, y si obstruimos ésta, asoma por la salida C, etcétera, etcétera.

Las teorías de ciertos innovadores todavía no se oponen a la realidad, pero es de temer que llegará el día en que la realidad se opondrá a ellas.

Sólo poseía una cosa viril, pero la decencia no le permitía mostrarla.

Creo que una enorme cantidad de los espíritus más grandiosos que hayan existido, no leyó ni de lejos la mitad de lo que lee un supuesto sabio promedio de nuestra época, y sabía muchísimas menos cosas que él. Cuántos de nuestros sabios corrientes hubieran sido grandes hombres si no estuviesen tan informados.

Un prefacio debería llamarse: pararrayos.

He estudiado la hipocondría, ¡y me he complacido muchísimo en ese estudio! -Mi hipocondría, a decir verdad, es un talento especial que consiste en esto: saber extraer de cada incidente de la vida, sea cual sea el nombre que lleve, la mayor cantidad de veneno para mi propio uso.

Era de aquellos que siempre quieren hacer más de lo que se les pide. Es una abominable cualidad en un criado.

Tanto se aplicaba a aguzarse que terminó por embotarse antes de tener filo.

Concede a tu mente el hábito de la duda y a tu corazón el de la tolerancia.

La única falla de las obras verdaderamente valiosas consiste en que generalmente son causa de muchas otras malas o mediocres.

Para que las religiones sean estimadas por el gran público, es preciso que conserven algo del sabor fuerte y antiguo de la superstición.

No hay cosa más contrariadora que esta situación: tomar precauciones exageradas para prevenir un accidente, y hacer, precisamente por ello, todo lo necesario para atraérselo sobre la cabeza, mientras que si no se hubiera previsto nada en absoluto, se estaría ciertamente en completa seguridad. He visto romper a alguien un jarro preciado, al querer retirarlo de un sitio donde llevaba tranquilamente al menos seis meses; y eso, por el solo temor de que este jarro no corriera el riesgo, por casualidad, de ser tirado algún día.

Aquel hombre tenía tanta inteligencia que no servía para casi nada en el mundo.

Daría con gusto algo por saber exactamente para quién han sido realmente realizadas aquellas acciones de las cuales se proclama públicamente que han sido realizadas por la patria.

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