Reúne Isel
la perfecta morfología
de la musa
en su hilvanado saco
de sorpresas.
Me dice:
nada más
quiero para
reyes
y entiendo yo:
reyes quiero para
entonces;
me dice:
dormir a tu lado
es la mejor experiencia
y entiendo:
un día dormiremos
bajo intermitencias
infinitas y, en los bordes
de la noche,
cantaremos a ritmo de pájaro
y volaremos en forma de pez;
seremos pecado
sin duda.
Todas las mañanas
asume la miseria
desde la risa; me
dice:
a primera hora ducharé a un gallego
e imagino yo su
pelo
haciéndole balsa
al petróleo;
luego levantaré de la cama
a una mujer con nidos en la cabeza
y entiendo una
bandada de pájaros
escribiendo su
nombre
en el capuz
del cielo;
después charlaré con un matrimonio
que siempre se queja
de tanto olvido,
y, claro, la
imagino sentada,
la espalda recta,
asintiendo
a todas las
batallas
mientras cuenta
los kilómetros
hasta Honduras,
percibe
su deseo de jungla
exacerbada,
anota
alguna anécdota
para después
contarme
y surgen así
azarosamente
mis
poemas.
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