Dame la espalda padre,
la espalda y no la mano para leerte el futuro,
no ha sido nunca comestible tu espalda, padre,
de qué sacos de aceituna,
de qué acero la cubriste.
A dónde la llevas, de qué piel,
de qué elasticidad se hace mesa.
Dame la espalda y no la mano, padre,
tus ojos ya los tengo en la espalda,
de qué genuflexión,
de qué rabia la tensaste.
Cuántas manos quebraste
de intentar masajearla.
De qué carne, padre,
hiciste el telón,
la pared
de tu espalda.
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