Fragmento de Pasado en claro, de Octavio Paz
... En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo cada día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia dentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al hecho, pecho.
La madre, de Joaquín Pérez Azaústre
La madre es cavidad al borde de un espacio.
La madre es una esponja en el alambre,
la madre es pensamiento
que viene a disfrazarse de un agua macilenta.
La madre es la palabra nacida de un espasmo.
La madre es lentitud, la madre es el error.
La madre es un recodo que te espera
en todos los perfiles del recodo.
La madre es una mano que se agranda,
que tensa devaneos, que mide el paso cierto,
que sabe que los pasos son inciertos.
También es una espera clausurada,
el breve tintineo de unos rasgos,
memoria de unas huellas que se achican
temblando en el reloj.
La madre es una hora que a veces se retrasa,
que nunca llega tarde,
que intenta adelantarse a un tiempo quieto.
La madre es una escucha,
un avance en la contienda blanca,
un ritmo de latidos que regresa,
la fiereza que ahonda en tu región.
La madre es el regreso a la región.
La madre es una forma de estar sin estar cerca,
un temblor de tiempo en las cortinas.
La madre es un cuaderno,
la caja que se agita en el color.
La madre es la estación que doma al pueblo gris.
La madre es una historia inacabada,
la madre es una historia que se pierde,
la madre es una historia que se agota
sin que sepas ponerle un buen final.
La madre siempre es la carretera,
una sombra de luz en la mañana,
un sillón que te mueve,
que aborda en cada noche el límite del sueño.
La madre es el descanso, un más acá.
La madre es cavidad sin que haya espacio.
La madre es el espacio.
Cuestionario, del aquí presente
¿Qué pasa si me gusta
dormir
sobre la inmensa teta
de mi madre?
¿Qué pasa si nunca quise
salir
del paladar endocrino
donde me abstuve?
¿Y qué, si el ataúd
es sólo
un útero de madera?
Y No llores madre, del mismo acaparador:
No llores madre, no llores,
merecido tienes el descanso,
dame la mano madre:
hay ocasos de estertores.
Qué esfuerzo el tuyo, madre,
con qué insípida destreza
nos has hecho, qué paz
derrocha tu locuaz letanía.
Con qué asombro nos creciste,
qué platos, qué fatiga de aceituna,
qué madrugones, qué silencios
nos ofreciste al desconsuelo.
Deja que te lama la lágrima, madre,
de qué sal la llenaste, de qué olvido,
de qué sabor ácido de sangre te envolviste,
de qué útero nos rellenaste.
No llores más, madre,
el pecho te sale de pura congoja,
tienen tus ojos las lagunas
vítreas y sucias del silencio.
No llores madre, no llores,
deja que el mundo te solloce un poco,
que las alturas reclamen tu alegría.
Pero no me llores más, madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario