lunes, 8 de noviembre de 2010

Isel y el ojo


La selva rumiando un prado,
el prado rumiando un bosque,
el bosque lluvioso rumiando
la danza ancestral del cocodrilo,
el cocodrilo relleno de ranas,
las ranas repletas del cuerpo verde
de las moscas señoriales,
las moscas que llevan a su espalda
un campo de olivos que crece,
Dios sabe cómo,
en el límite septentrional del océano,
puesto éste
concéntricamente en la agnósica
confusión del ojo derecho
donde cae una cascada
de mapas vegetales.


En el centro,
un lodo de marismas
avisa de lo fácil
que sería caerse
de un ojo
cuando éste
apenas tiene
el nervio
de América
Central.



Ojos camaleónicos
donde se suicidan los gatos
siete veces seguidas,
uno tras otro,
ignorantes como el mosquito
de mí, como el insecto
del yo, de la lámpara
de su vuelo
donde en vilo velo el bolo,
la bula, la burla, la vela,
la bulla, la bolla, la bella
villa boyante de perlas
de esferas
que me miran
y me veo a mí
y me camuflo.

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