Los semáforos me saltan
con la ígnea estampa de su cuerpo,
yo pierdo el aliento
cada día
en Comandante Fortea
en mitad de las neorrabias
donde Isel me vive.
con la ígnea estampa de su cuerpo,
yo pierdo el aliento
cada día
en Comandante Fortea
en mitad de las neorrabias
donde Isel me vive.
Ella y yo
convocamos
forajidos
recitales poéticos
solidarios
para apaciguar
los grados siete
en la escala
de Ritcher
de nuestra
náusea,
pues estamos
destinados
a romper
todos los pianos
del mundo,
todos los poemas
del mundo,
todos
los
elementos.
Hay un tiranosaurio rex
en la pincelada cochambrosa
de la calle donde tuerce
el ojo de Isel
cuando me mira
y el ojo es un océano
que se come a las trompetas.
Y Dios se masturba
en su higuera
cuando la carne
se hace sangre
de arrebato.
Ya hace rato
que se corrieron
las cortinas.
¡Islas en los ojos,
islas!
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