domingo, 21 de noviembre de 2010

Locus Amoenus

San Lorenzo,
a la sombra del otoño
en las fuentes de la sangre
del estanque en Valmayor
donde Isel me pesca
con su eco.

Paracuellos de Jarama,
a la vista de las torres
en la salida de los aviones
que van ida y vuelta
al corazón
donde se estrellan
a herida abierta
las guitarras.

Coslada,
en los besos que se mueven
en la huida de los trenes
y sale el sol
justo por la esquina
donde le sangra el labio
a la mañana.

Y en los muelles de los puertos
y la cama,
y en las abrasiones
de los hombros y la palma,
en las magulladuras
de ruidos y lágrimas,
las avulsivas heridas
de los cuellos,
en los noviembres
enteros
donde la vida canta
con el pecho,
donde la vida canta
desde el exceso
de vivir
sin dormir,
donde la rabia
era otra cosa,
donde tienen sentido
los esguinces
y nos da igual
la excoriación.

Tan diferentes ella y yo
que Madrid
nos ha sumado,
usurpado
el hecho de buscarnos
sin recompensa.

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