martes, 2 de noviembre de 2010

Isel

En los pasos de cebra
el relámpago de su carne
se me acerca
y me acusa de la altura.

Yo sé que ella está mirando por encima de la esferas
los bloques diminutos con que sus pestañas
asoman haciendo partícipe del labio
lo que le pertenece.

Isel, que me coge del brazo
cuando el barro del Retiro
y me dice que existe la gente
aunque llueve siempre,
aunque llueve.

Isel, que me besa en el Safrane,
que me perdona la tristeza,
que me regala el cuello
donde hay una fábrica
de chocolate blanco,
blanco.

Isel, que tiene en los ojos
el verde arábigo de las tormentas,
que me aplasta las legañas
con el ruido de los goznes.

Dios sabe dónde
estará el mapa
con que rugen
sus motivos.

Los labios delincuentes,
culpables de haberme hecho perder la honra
al esparcimiento,
culpables de haberme canjeado
mil cardiopatías,
culpables de haberme perdonado
la desgracia.

Y no temblar ya de frío
y no buscar el poema
pues ya la estantería de su beso,
pues ya la despensa donde comen
las estrofas y baila la punta
y ya la albufera
y ya el secreto,
donde canto sin más
y ella soy.

1 comentario:

Nares Montero dijo...

te superas, me encanta!

a ver si logramos hablar pronto

besos
N