viernes, 16 de octubre de 2009

Cuatro grandes poetas para un gran recital


Supongo que a las 20 de cualquier viernes en Madrid hay muchos sitios en los que se comparte poesía joven. Suele ocurrirme que cuando asisto a alguno de ellos pienso que he acudido al mejor pero el de hoy lo ha sido sin duda. Cuatro poetas jóvenes, tres elípticos y un obvio compartiendo las mejores de sus palabras. De todos los versos que leyeron, los mejores fueron sin duda los que al final de cada turno leían sobre el compañero que aparecería después.

Empezó Alberto Batania presentando a cada uno, se notaba que los conocía bien pues tuvo frases muy acertadas que se confirmaron cuando de la boca les salieron los latidos. Me sorprendieron todos, pero sobretodo el poeta-ingeniero Andrés González Andino cuyo poema de título inmensamente elíptico me cautivó. Se le ve que la mente le ha navegado por los circuitos y que sabe muy bien plasmar el trasluz de dos mundos supuestamente opuestos, cosa que demostró con su tono sosegado, su impecable voz y el compañerismo y el apoyo ante los demás compañeros.

Hasier Larretxea empezó recitando en cada uno de sus dos turnos en euskera y aunque no entendí ni jota me gustó el modo en que sonaban las palabras y agradecí sobremanera que después leyera la traducción de los mismos. Uno de sus poemas que Bárbara Butragueño llamó cariñosamente Tecnotrónico era hilarante al tiempo que real y muy moderno. A pesar de la cargada adjetivación de algunas de sus estructuras este chico navarro me pareció muy buen poeta.

Giovanni Collazos, a quien se le veía muy nervioso, demostró que a pesar de ello la voz no le iba a temblar. Disfruté mucho de un poema que leyó y del cual dijo que Batania le había hecho una crítica constructiva; dejándome no afectar por el criterio del neorrabioso, la verdad es que era muy buen poema. También nos conmovió con una creación que había acumulado en Lima cuidando de su madre enferma y que un año más tarde transcribió para contemplarlo en la distancia. Se notaba que le había costado asimilarlo y fue el único momento en que la voz se le fue, como a todos.

Y qué decir de la gran Chincheta. Literalmente se comió el diminuto escenario de Los Diablos Azules. No paraba de tocarse el pelo, las manos, los brazos, los nervios... hasta que se tranquilizaba con un gesto de lucha y se lanzaba a la pelea. Compartió algunos de sus poemas más desconocidos y ella misma se sorprendió del montón de elipses que estaban por venir. Y es que todo el recital giró en torno al partido entre poetas del pasado sábado y todavía muchos mostraban ganas de revancha.

Otra noche para el recuerdo sobre la que escribo para dejar constancia. Hubo mucha poesía y muy buena, pero lo mejor de todo era el compañerismo que se respiraba, los abrazos que se daban los participantes cuando al terminar recibían al siguiente y la sopresa final: el famoso poema del andamio del presentador del evento Alberto Batania al que se nota que todos estamos deseosos de contemplar en próximos recitales.

Dormiré esta noche satisfecho de que grandes poemas con voces de grandes poetas me hayan sonado. Espero que se repita.

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