Este fin de semana terminé esta maravilla que llevo perfilando meses. El tema lo merece y es que soy de los que prefieren dibujar sueños y demás irrealidades oníricas y este cuadro es la excepción a pesar del absurdo que lo rodea. Fijaos en el hermoso rictus de esta arquera, el modo en que su pelo se apodera de las estructuras rocosas conforme se despeja; la temible abdicación de su cuello hacia el mar donde flota contra todo pronóstico un barco de papel del que sale una caña de pescar en cuyo anzuelo hay clavada una corchea. Mirad al pez piano bajo las aguas adentrándose en el peligro, contempladlo desde la silla que hay colocada sobre los cabellos. Pero no se os ocurra tentar a la suerte, no os atreváis a trepar por los pendientes de la arquera pues tiene los ojos hasta arriba de flechas esperando paciencias que atravesar.
Si alguien consigue atravesar el campo de minas, no dudéis en tumbaros en la espesa cabellera. En las nubes está el consuelo, en las nubes se queja el pincel.
Y el faro... cuidado... el faro se cree una peonza. Si empezáis a girar, estáis perdidos.
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